Desde que empecé a entrenar con Angie en enero de este año no solo empecé a disfrutar del ejercicio, sino también a instalarlo en mi vida como algo para mi, un momento mío para despejarme y bajar de todo lo que pasa en lo cotidiano. Obviamente todo tiene altas y bajas, peores y mejores momentos pero en todo este tiempo lo que puedo decir es que me sentí muy acompañada en el proceso, y aunque eso no parezca, eso te levanta de la desmotivación o de los malos días, porque realmente uno cuando no se siente bien, no ve sus logros o no los valora y que alguien que te acompañó todos esos meses te haga notar lo mucho que mejoraste, es una caricia al alma y un apoyo que la mayoría de las veces no existe. Desde ya lo único que puedo decir es que desde que entreno con Angie aprendí a querer el ejercicio, porque por primera vez este se adapta a mi vida (cuando normalmente nos imponen a adaptarnos a las rutinas, dietas, etc) y a darme cuenta que soy siempre capaz de más.